Psicólogos, libros, terapeutas hablan acerca del famoso duelo que todas las personas que terminan una relación deben de vivir, para poder sanar, cerrar círculos, volver a empezar, etc. ¿Tenemos idea de qué es el “duelo”? o creemos que con llorar y sumirnos en la depresión estamos comprando el boleto correcto al olvido.
La verdad es que el
duelo, duele. Duele vivir las fases, duele que el famoso duelo no sea mágico y
duele tener que vivirlo.
Ojalá pudiéramos
apretar un botón y olvidar todo lo vivido, sería genial que como colamos un
alimento, pudiéramos colar los recuerdos y quedarse solo con lo bueno, desechar
lo malo en un solo volteo de colador. Que tal y se pudiera en un desafío a lo normal
en el sentir humano, con cada perdida crecer en confianza y alegría hacia las
experiencias vividas. Entonces, el duelo es un “mal” necesario; si no lo
vivimos, si huimos de él, iremos por la vida
con heridas sin sanar, repitiendo los mismos errores, usando personas,
lastimando a otros y lo peor, a nosotros mismos.
Walter Riso en su
libro “Manual para no morir de amor” se refiere a las cuatro etapas del duelo,
aquí les presento a la letra estas
etapas, la idea es que si estás viviendo una pérdida sentimental importante,
leas esto, te autoanalices y te ubiques en las etapas como lo expone el autor.
…En la primera etapa hay un embotamiento de la sensibilidad; el sujeto se siente aturdido e incapaz de entender lo ocurrido (puede durar horas o semanas). Sin embargo, cuando la dinámica se ve alterada, los deudos se quedan inmovilizados en este punto. El aturdimiento se transforma en insensibilidad y reaccionan como si nada hubiera pasado, cuando en realidad están destrozados por dentro. A los ojos de cualquier observador desprevenido, todo parece normal e incluso suele alabarse la fortaleza del que sufre la pérdida; no obstante el estancamiento va acumulando sentimientos y pensamientos de todo tipo, hasta que un día esa energía reprimida explota en forma de crisis tardía. Como quien dice: «La procesión va por dentro». La aparente lucidez no era más que un mecanismo de defensa. Esta suspensión del procesamiento emocional se denomina: ausencia de aflicción consciente, y cuando ocurre se requiere de ayuda profesional.
La segunda etapa se caracteriza por el anhelo y la búsqueda. La persona que ha sufrido la pérdida, sencillamente, no la acepta. Aquí pueden aparecer manifestaciones como llanto, congoja, insomnio, pensamientos obsesivos, sensaciones de presencia de la persona ausente (y obviamente visitas a videntes y brujos), cólera y rabia... en fin, se intenta restablecer inútilmente el vínculo que se ha roto. Es una etapa de ansiedad y desesperación en la que el sujeto no quiere darse por vencido (puede durar de dos a tres meses).
En una tercera etapa, pese al dolor, el sujeto empieza a ver la realidad y a admitir la pérdida. Ve las cosas como son y, lógicamente, se agudiza la tristeza (puede durar entre dos y tres meses). Si la persona se queda en esta etapa, sobreviene la depresión y con ella un trastorno conocido como duelo crónico o trastorno de adaptación, que requiere de ayuda profesional.
La cuarta etapa es la fase de reorganización y es cuando se origina la renuncia de toda esperanza por recuperar el ser que se ha ido. El individuo retoma la iniciativa y las ganas de vivir. Aquí se estructuran y se asimilan los nuevos roles que hay que desempeñar y tiene lugar el comienzo de una nueva vida...
Chicas:
es importante hacer contacto con las perdidas amorosas, si te captas estancada
en alguna de estas fases, sería recomendable buscar ayuda profesional o si
estas fugando tu sentir con otras cosas como medicinas, drogas, alcohol,
relaciones pasajeras, exceso de trabajo, o cualquier cosa de la que te agarres
para no hacer contacto, busca ayuda, habla, grita, llora y no te aísles, el
DUELO DUELE, pero vale la pena vivirlo, por la simple posibilidad de un NUEVO
COMENZAR….
Luz Aideé Lomelí Mendoza.
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